Ya había perdido las esperanzas de conocer Ouzo en este viaje a Santa Marta, 3 días pidiendo reserva, llamando insistentemente, tratando de conseguir a un amigo de otro amigo, para que me ayudara a entrar allí… palancas, súplicas, explicaciones y nada… todo había sido en vano! Pero la noche del Viernes, a eso de las 7pm, porque había dejado mi teléfono por si acaso, me llamaron para asignarme una mesa.
¿Valió la pena la procesión?
Ouzo es un exitoso restaurante Griego, ubicado en la cara frontal del parque de los novios en la nueva Santa Marta. El enorme ébano que custodia la entrada, te da una frondosa bienvenida!
En el interior, la típica casa de campo griega, de paredes y elementos redondos, rugosos e irregulares, sin marcos, pisos de piedra, techos de madera, altas columnas dóricas y un enorme horno de leña en el que terminan la mayoría de los platos!
-Octapodi ($18)-, anunció la niña que nos atendía, mientras dejaba unos tentáculos de pulpo asado, gorditos y brillantes, de marcadas ventosas y acaramelada piel. En sus bajos, frescos cortes de lechuga, humedecidas en aceite de oliva, queso feta, aceitunas y tomates Cherry… un bocadito gustoso como ninguno.
-¿Qué es lo que le hacen al pulpo aquí?-, preguntó Aleja emocionada con la firmeza y hermoso sabor del octópodo que se resistía suavemente al mordisco, antes de ceder para liberar sus mantequilludos y sabrosos líquidos!
-Una Paella Griega ($33), por favor-, pedí aceptando la recomendación que me habían hecho, para encontrarme con uno de los mejores platos que he probado hasta hoy! Sobre un cuenco de “terra cotta”, una montañita de Orzo puntiagudo, sueltico, húmedo, como nuevo océano para los apretados langostinos, camarones y calamares que llegaron hundidos en él, bañados en su néctar de hierro, mar y sal… su aceitosa dulzura… Cerré los ojos y exprimí contra el paladar para captarlo todo: las especias, la fluidez del olivo, la grasita del chorizo, los tomates asados y pulposos, las hojas de albahaca, su carnosidad, su delicado olor, su frescor… el cebollín, el cremoso feta, la pasta y el elástico gratinado con que fue sellado en el horno de piedra antes de llegar a mi mesa y a mi corazón!
Ahora sí, lo aseguro: valió la pena la procesión; cada llamada, cada petición, toda la espera y la ansiedad! La repetiría sin arrepentimiento, porque la experiencia vivida y comida allí, resultó evidencia y realidad de su alicorado nombre: dulce, potente, embriagador! Ouzo se convierte, para mí, en motivo suficiente para regresar muchas veces a la Perla del Caribe… a sus encendidos atardeceres y a sus calmas aguas!
Ouzo
Carrera 3 no 19-29