Nada que me emocione más que descubrir lugares jóvenes, descomplicados, lugares donde nuestra cocina cobra un nuevo sentido y un gran valor: cocina de pecho hinchao y barriga jincha (de la felicidá). Esos son los restaurantes que más me seducen, porque cocinan lo mío, lo propio, lo de aquí con gran emoción: arepas, chicharrones, morcillas, chorizos, frisoles, carnitas, empanadas y sancochitos… y por salsas y ajíes se van con los melaos y los ajíes de picadillo… qué delicia por Dios… qué dulzura por Dios.
Así fue como me encontré la esquina más cotizá de la ciudad bonita: Cotiza Longaniza y su ABSURDO CHICHARRÓN curao con sal y PANELITA ¿qué, qué? Que después lo fríen y lo confitan; y al final, hasta Dios goza su piel retoteada y canelita. Cuatro pisos de puro placer entre la carne y la recrocante regarrita… y ni qué decir de los chorizos en bolita, untaos en melao y servidos en coronita… ¿y pa’ retacar al pelao? (ese soy yo), un sancocho de choroticas, un coctel con guarapo y un plato de cuajada al horno con su buen chorro de panela oscura, melosa y tibiecita… que juepucha desgracia, que he perdido el tono, el control y la cinturita… que he perdido el juicio y la razón por el bendito COTIZA LONGANIZA!
Cotiza Longaniza
Calle 41 no 37-11